Esto de la constancia, ah, llegar a otro final de temporada. Gracias, gracias.
Esperaba bastante del primer final de temporada de American Gods y no me voy decepcionado; ni un poquito. Pero vamos por partes, como dice nuestro amigo Jack. Como suele ser el caso, el episodio inicia con una historia, pero esta vez no es el señor Ibis quien lleva la batuta, sino un personaje que vimos por allá por el segundo episodio, el señor Nancy, encarnación de Anansi, interpretado genialmente por Orlando Jones.
Otro giro, ya no es una historia de un personaje desconocido o de un personaje perpendicular a la historia, sino que finalmente conocemos el origen y la llama que mueve a Bilquis, también conocida como la reina de Sheba. El señor Nancy se recrea en detalles sobre la historia de esta diosa y nos deja clara dos cosas: el poder natural de una mujer es una cosa de temer; y que la adaptación es la clave de la supervivencia.
Por un lado, el tinte social del relato está claro y pega en la diana del zeitgeist de nuestra época. Por el otro, profundiza en un concepto que fue introducido algunos episodios atrás y que es el eje sobre el cual se construye el camino divergente de esta adaptación con relación al texto original.
En el libro, que sucede en 2000-2001, el conflicto es mucho más directo, más binario: son los dioses viejos contra los nuevos, la fe contra el pragmatismo, la tradición contra el artificio. En el libro funciona, en buena medida por ser una buena historia y en otra gran mesura porque Neil Gaiman es un buen narrador.
Pero la serie es otra cosa, desde lo más básico: se desarrolla en 2016-2017. El mundo de hoy es muy distinto al de hace 15 años, es casi irreconocible en comparación. Y lo es precisamente por los elementos que se oponen a los dioses viejos y a la tradición, es decir: la modernidad, la globalización, los medios, la tecnología…
Si el mundo es otro, el conflicto debe ser otro. Y eso está perfectamente capturado en esta idea de que los nuevos dioses no quieren destruir a los viejos; quieren aprovecharse de ellos, quieren hacerle re-branding, quieren comercializarlos, etiquetarlos y convertirlos en un elemento más de su inmensa maquinaria.
Pero de vuelta al episodio.
Shadow y Wednesday se acercan a Kentucky durante un domingo de pascua y van a dar al hogar de Ostara, la diosa de la primavera, cuyo nombre da origen a la palabra Easter (Pascua, en inglés). Primero, que grande es Kristin Chenoweth, eso es muy importante. Segundo, que secuencia tan divertida y demencial. Porque claro, si es domingo de resurrección, es domingo de celebrar al amigo Jesús. A todos los amigos Jesús.
Me parece genial esta forma de dejar explicita la idea de que sí, los dioses toman tantas formas como personas que pueden imaginarlos de forma distinta. Que joda ver a un Jesús latino, a un Jesús blanco, a un Jesús asiático y al mítico Black Jesus, acompañados claro de su señora madre, la Virgen. Vamos, que si la serie fuese en mi tierra, podrían hacer una fiesta con solo advocaciones de Virgen.
Pero como los escritores no desperdician ni una escena, a lo divertido se suma lo reflexivo, y la presencia de Jesús sirve para darle una vuelta de tuerca más a esa frase que Wednesday ha usado ya varias veces y que repite en este capítulo: ver es creer. ¿O creer es ver? No importa lo que haya visto Shadow, al parecer no es suficiente. Puede ver a su esposa zombie, puede ver a un irlandés conjurar monedas de oro de la nada. Puede incluso hacer nevar con pensarlo, pero hace falta dar el paso, creer y saber.
Y mira, después de ese cierre, el amigo Shadow vaya que cree. En una confrontación que es apenas la primera bala de una guerra que lleva toda la temporada gestándose, Wednesday finalmente se revela como es, con todos sus nombres, sus intenciones y su poder: Odín. Debo confesar, con una sonrisa, que me llenó de cierto placer verlo decir algo que yo ya había comentado en el review anterior: el pacto de los hombres y los dioses es sencillo, tú me das, yo te doy. Tú rezas, yo hago.
Queda el escenario preparado para una segunda temporada donde esperamos más relatos, más dioses, más disfraces para Gillian Anderson y especialmente, más de los planes del señor Wen…perdón, Odín. Yo, al menos, tengo fe que será un éxito.
Gran capítulo, recomendado.
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