Iron Fist (o esto en algún momento tenía que fallar)

iron fist critica

El idilio de Marvel con el público y con la crítica parecía de nunca acabar. Desde que Hulk y Iron Man abrieron fuegos por allá en 2008, el MCU encadena un éxito tras otro, hasta en las películas más ñoñas, y sí, estoy hablando contigo First Avenger. Este toque de midas se extendió a la televisión, tanto la abierta como la de streaming: Agents of S.H.I.E.L.D sigue en ABC*, Daredevil ya lleva dos temporadas, Jessica Jones elevó la barra junto a Luke Cage y era el turno de Iron Fist de rematar la faena para abrir paso a Defenders, esa especie de Avengers pero a nivel mundano que prepara Netflix.
(*Sigo sin entender por qué cancelaron Agent Carter)

Justo ahí, con los tres movimientos de la sinfonía perfectamente ejecutados y en pleno crescendo hacia el clímax, se le rompe una cuerda al violinista principal y ya la hemos cagado.

Pero como dijo aquel hombre despiadado de Lóndres, vamos por partes.

Iron Fist es la cuarta entrada del MCU en su saga de los Defenders, cuenta la historia de Danny Rand, el epónimo Puño de Hierro que después de 15 años perdido en algún lugar del Himalaya cuyo nombre no podría deletrear, regresa a su nativa New York a… algo,  no me queda claro exactamente qué y Dios sabe que a él tampoco.

A diferencia de Daredevil, Jessica Jones o Luke Cage, Iron Fist es un personaje que no tiene demasiado claro qué es o qué quiere, lo cual en cualquier otro escenario sería una interesante fuente de drama y un acercamiento diferente al tema superhéroe, especialmente cuando hablamos de un eventual Defender, un equipo que se encarga de temas  más cercanos a la gente, a diferencia de los Avengers y sus conflictos por la destrucción del universo entero.

El problema, creo yo, es de  expectativa a todo nivel.

En un primer lugar, con Iron Fist uno se esperaba un asunto full on wuxia, artes marciales, grandes secuencias de acción mezcladas con este misticisimo cuasi-racista de Marvel (es lo que es). Pero fundamentalmente, acción. En cambio, Iron Fist nos entrega en las primeras de cambio el equivalente en héroes de One Flew Over The Cuckoo’s Nest y luego una plan Miami Vice mal escrita y mal ejecutada.

Donde series como Jessica Jones o Daredevil acertaron, Iron Fist falla. Una de las claves de esas series era darnos a personajes con conflictos internos poderosos, pero al mismo tiempo con la suficiente seguridad para encarnar su rol extraordinario: Jessica es una alcohólica con PTSD, pero en el momento de la verdad, es fucking Jessica Jones, te va a patear el culo y te vas a acordar. Lo mismo con Matt Murdock que tiene su moral católica; pero eso solo le da más fuerza a su encarnación del Demonio de Hell’s Kitchen. Los personajes son lo que les pasa, pero se convierten en lo que hacen. Actúan.

Danny Rand parece solo ser un cúmulo de circunstancias que le van ocurriendo una tras otra, nunca pareciera estar al tanto de lo que sucede, se lo pasan de mano en mano más que una pelota de básquetbol, apenas en el penúltimo capítulo vemos a un Danny Rand que finalmente acepta su rol y sus decisiones en torno a sus habilidades, e incluso ahí se siente flojo, muy poco, muy tarde. El resto del tiempo es un “sí pero no”, una conflictividad casi adolescente que francamente no tiene demasiado sentido en relación al bagaje que nos presenta la serie.

También le juega en contra que cada héroe de Netflix antes que él tuvo una contraparte memorable: el Kingpin de Vincent D’Onofrio es una experiencia, David Tennant como Kilgrave es de los villanos más perturbadores que he visto e incluso Diamonback en Luke Cage tiene su punto, aunque Marheshala Ali como Cottonmouth haya sido criminalmente desperdiciado. En Iron Fist es que ni estás seguro quién es el malo, y no es demasiado interesante el proceso de enterarte. Fundamentalmente porque ninguno de los candidatos a antagonista central es demasiado interesante, quizás Madame Gao y esta tiene la ventaja de haber venido de Daredevil.

Siendo un héroe basado en artes marciales, la acción es brutal, ¿no?

Ahí es donde te equivocas, el mío.

Las peleas en Iron Fist son promedio en el mejor de los casos; sobretodo cuando tenemos aún frescas algunas secuencias de Daredevil que son casi que una clase de cinematografía en el género de acción. Y eso es cuando suceden, si tenemos en cuenta que buena parte de metraje de la serie se pierde en exposición superflua, diálogos terribles y planos de establishment que a la cuarta vez se sienten como relleno.

A nivel de interpretaciones los actores hacen lo mejor que pueden con el material disponible, cual cliché pueda sonar esa frase. La química entre Finn Jones y Jessica Henwick tiene suficiente chispa como para no querer apagar la tele después de tres episodios. Tom Pelphery como Ward Meachum es a mí criterio lo más destacable, haciendo al único personaje que se siente orgánico. David Wenham tiene sus momentos, pero los escritores le hicieron una maldad con algunos de sus diálogos que francamente son un autogol.

Al final de la jornada de 13 episodios, Iron Fist es una serie bastante promedio, tirando a mediocre. Uno la banca porque es Marvel y tiene la esperanza que tenga alguna pieza importante de lo que eventualmente sería Defenders. Tiene esa cosa contradictoria de venir a la cola: juega con la ventaja de saber de antemano que no hacer, pero al mismo tiempo tiene el bagaje de tres éxitos en contra.

Todos sabíamos que este momento iba a llegar, el momento en que Marvel demostraría su humanidad y la pifiaría. Pudo ser peor, sin dudas, pudo ser Fantastic Four (da igual cual).
Es lo que es, ahora toca pensar en The Defenders donde, sin duda, aprenderán de sus aciertos anteriores pero, sobretodo, de su error más reciente.

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